Una rehabilitación imposible de un hombro congelado sale adelante con Ozonoterapia

Un accidente de coche a principios de 2018 marcó el año de Irene. Un 3 de febrero esta viguesa de cuarenta años sufrió un choque con su vehículo que no parecía revestir gravedad pero que con el paso de los meses puso su vida cuesta arriba. Porque la detección tardía de una rotura en el labrum de hombro, conocido comúnmente como hombro congelado, redujo su calidad de vida al mínimo. Tras una operación y varios meses de una dolorosa rehabilitación, Irene estaba como al principio: con el brazo derecho inmóvil, sin poder realizar actividades tan cotidianas como peinarse, conducir o incluso dormir. Hasta que un día de verano le recomendaron el tratamiento con ozono. “La ozonoterapia me salvó, me permitió volver a moverme como antes del accidente”, explica la paciente.

Irene contactó con la Clínica de Ozonoterapia Claro de Vigo en verano, seis meses después del siniestro. Su proceso de rehabilitación parecía imposible. Esta mujer, ingeniera textil de profesión, no podía mover el brazo derecho. Le explicó al doctor José Antonio Marques de Magallanes todo el proceso que le había llevado a recurrir al ozono. Tras sufrir la colisión con su coche el brazo derecho le quedó inmóvil. Sufría dolor y parálisis en su extremidad. Las radiografías y las ecografías no detectaron ningún tipo de problema y desde los servicios médicos contratados por su aseguradora indicaron a Irene que debía comenzar a hacer rehabilitación, un proceso durante el que sufrió un dolor insoportable y con el que no lograba avances. Así hasta mayo, cuando Irene exigió que volviesen a diagnosticarla y por fin, tras una resonancia magnética, encontraron la lesión: una rotura de labrum del hombro derecho.

Más de un mes después de su paso por el quirófano el 18 de mayo reanudó la rehabilitación y con ella regresaron los viejos dolores. “No podía levantar el hombro y cuando hacía los ejercicios sentía un dolor horrible. Por las noches me despertaba tres o cuatro veces. Tenía que intentar dormir recta, boca arriba y con la mano sobre un cojín. Durante el día llevaba el brazo en cabestrillo. El verano avanzaba y yo estaba como al principio”, relata la ingeniera de cuarenta años.

La solución se presentó un día por sorpresa. “Fue mi jefe quien me vio con mala cara después de un tiempo sin dormir y me recomendó empezar a tratarme con ozono”, recuerda Irene, que un día se presentó en la Clínica de Ozonoterapia Claro y su proceso de recuperación dio un giro hacia delante. “Tras una semana de tratamiento conseguí dormir toda la noche y poco después ya pude acostarme sin el cojín, moverme y girarme en la cama”, detalla la paciente. Sin embargo, lo más importante lo notó cuando volvió a rehabilitación: “Conseguí tolerar aquel dolor y por fin llegaron los avances en los ejercicios”. Para su sorpresa hasta aparecieron efectos inesperados positivos, porque a ella se le habían quedado cristales en la cara tras el accidente y poco a poco su piel los expulsó.

Meses después de iniciar su tratamiento a base de ozonoterapia Irene ha recobrado su calidad de vida casi por completo y ha dejado atrás la parte más dura de su proceso de recuperación.

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